VERDE COMO EL MAR CUANDO SE VE VERDE

  VERDE COMO EL MAR CUANDO SE VE VERDE 
 AL principio todo era como más intenso. 
Lo recuerdo todo muy claro, 
más limpio, como con mucha luz.
Recuerdo su talle perfecto, la porcelana de su tez , 
su dulzura, su candidez.
Ya era mayor. Tenía quince años . 
Se hizo mayor sobre sus zapatos finos de tacón. 
Así fue como comenzó todo, la ilusión y mis versos...
   ¡Qué generosa es la memoria! que me trae cachitos rojos
del paraíso. 
Trocitos cuadrados de la escocesa que tanto nos gustaba.
Ahora me parece como si todo hubiera sido irreal,
como si aquella falda no hubiera tenido raja 
o no hubiera existido.
Pero ella era real, aveces por la noche pensaba 
que no podía ser cierto que esa chica fuera mi chica ,
de verdad. 
Era completamente real aunque sus ojos fueran enormes espejos 
como el mar; aunque su pelo fuera tan ligero como el aire 
y sus manos rosas de terciopelo.
Y los labios gajos de fuego insofocable.
Sus pies pequeños siempre los buscaba la espuma del mar.
Las uñas como el nácar de las perlas salvajes del mar.
Su cintura...su cintura ¡qué locura! 
¡Qué locura sus pechos! Montañas de mármol.
Cuando su cuerpo echaba a andar era delicado 
como el vuelo de una hoja verde que abandona su árbol
porque quiere caminar.
Cuando ella caminaba todo alrededor se paraba. 
Se volvían como estroboscópicos fotogramas. 
Todo se quedaba 'vintage'  , congelado.
Bajo su camiseta de seda sus pechos tersos y duros 
 (de esa dureza tan especial que proporciona la corta edad) 
se movían con ese mimbreo, ese vaivén característico 
que es imposible dejar de mirar.
El vuelo de su falda de fresa bailaba como el mar, 
como las olas del mar , ese mar que se comía sus piernas largas.
El ovalo de su cara era angelical , y su cuello 
¡ah, su cuello cuando echaba la cabeza hacia atrás! 
Era su cuello, así, estirado (terso como piel de manzana y pecado)
para morderlo y no soltarlo jamás.
Era muy real. Para no mentir, hasta sudaba, pocas veces, pero en verano 
alguna gota salada se deslizaba dulcemente 
por entre sus carnes apretadas y tirantes.
Los primeros días de calor era suave y brillante su piel , como mantequilla (mantequilla de colores como la de antes).
A mediados de Julio se tornaba exótica canela.
Cuando me miraba así de soslayo casi sin querer ella,
y descubría mi mirada desnudándola ¡tan morena, tan bella!
Verde manzana y franela, todo el verde del prado... ¡ Una pesadilla ! Fue un veintitrés de julio; 
me la hubiera bebido de un trago.
¡ me cruza las piernas ! y verde y en botella, me desmayo.
Sueños verdes y cálidos, y húmedos como el mar en verano.
Esa acuciante necesidad de tocarla...
Parecía algo enfermizo esa fijación, se me pasaba cuando me hacía reír. La vida se abría paso en mí.
Todo era diferente, pero sin saberlo era feliz.
Ahora lo recuerdo como algo muy bonito y lejano,
pero aquella situación era algo insostenible . No era fácil.
Era duro volver a casa todos los días sin haberla besado,
y mucho menos haberla tocado.
Abrazarla, tenerla entre mis brazos era una quimera.
Me acuerdo la primera vez que, envalentonado, conpinchado 
con la sensualidad del silencio logré rodear sus hombros 
con mi brazo aprovechando la oscuridad del cine;
no se movió ni un milímetro, ¡ni respiró! 
ni una palabra malsonante; lo había logrado
¡ Estaba claro que ya era mía !
¡ Qué equivocado ! Yo ya era de ella
y moría cada día esperando que bajara la guardia. 
Era un brote verde en mi camino. Era plenitud. 
Era lo que completaba mi alma.            
Era mi trébol de la suerte, mi destino .
Fue la impetuosa forma en que llegó la calma.

#javierlopezortega.  Junio 2024
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