ELEGÍA A MIGUEL HERNÁNDEZ de Vicente Aleixandre


VICENTE ALEIXANDRE.
"ELEGÍA EN LA MUERTE DE MIGUEL HERNÁNDEZ.
- I -

No lo sé. Fue sin música.
Tus grandes ojos azules 
abiertos se quedaron bajo el vacío ignorante,
cielo de losa oscura,
masa total que lenta desciende y te aboveda,
cuerpo tú solo, inmenso,
único hoy en la Tierra,
que contigo apretado por los soles escapa.

Tumba estelar que los espacios ruedas
con sólo él, con su cuerpo acabado.
Tierra caliente que con sus solos huesos
vuelas así, desdeñando a los hombres.
¡Huye! ¡Escapa! No hay nadie;
sólo hoy su inmensa pesantez de sentido.
Tierra, a tu giro por los astros amantes.
Solo esa Luna que en la noche aún insiste
contemplará la montaña de vida.
Loca, amorosa, en tu seno le llevas,
Tierra, oh Piedad, que sin mantos le ofreces.
Oh soledad de los cielos. Las luces
sólo su cuerpo funeral hoy alumbran.

- II -

No, ni una sola mirada de un hombre 
ponga su vidrio sobre el mármol celeste.
No le toquéis. No podríais. Él supo,
sólo él supo. Hombre tú, sólo tú, padre todo 
de dolor. Carne sólo para amor. Vida solo
por amor. Sí. Que los ríos
apresuren su cursos: que el agua 
se haga sangre: que la orilla
su verdor acumule; que el empuje
hacia el mar sea hacia ti, cuerpo angosto,
cuerpo noble de luz que te diste crujiendo
con amor, como tierra, como roca, cual grito
de fusión, como rayo repentino que a un pecho
total único del vivir acertase.

Nadie, nadie. Ni un hombre. Esas manos 
apretaron día a día su garganta estelar. Sofocaron
ese caño de luz que a los hombres bañaba.
Esa gloria rompiente, generosa que un día 
revelara a los hombres su destino; que habló
como flor, como mara, como pluma, cual astro.
Sí, esconded, esconded la cabeza. Ahora hundidla
entre tierra, una tumba para el negro pensamiento 
cavaos,
y morded entre tierra las manos, las uñas, los dedos 
con que todos ahogasteis su fragante vivir.

- III -

Nadie gemirá nunca bastante.
Tu hermoso corazón nacido para amar 
murió, fue muerto, muerto, acabado, cruelmente acuchillado de odio...
¡Ah! ¿Quién dijo que el hombre ama?
¿Quién hizo esperar un día amor sobre la tierra?
¿Quién dijo que las almas esperan el amor y a su sombra florecen?
¿Qué su melodioso canto existe para los oídos de los hombres?
Tierra ligera, ¡vuela!
Vuela tú sola y huye.
Huye así de los hombres, despeñados, perdidos,
ciegos restos de odio, catarata de cuerpos
crueles que tú, bella, desdeñando hoy arrojas.
Huye, hermosa, lograda,
por el celeste espacio con tu tesoro a solas.
Su pesantez. al seno de tu vivir sidéreo
da sentido, y sus bellos miembros lúcidos para siempre
inmortales sostienes para la luz sin nombres."

(Vicente Aleixandre. "Elegía en la muerte de Miguel Hernández"; de su poemario "Nacimiento último", 1953).

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